A
pesar del tiempo, las nubes
y
los cielos,
las
estaciones, las lunas y el
ocaso
de
los sonidos del silencio,
el
rey sigue vivo,
no
ha muerto.
Con
condenas desmedidas y
sin
anuncios,
en
el yugo de la guillotina de
las
silabas
que
una a una cortaron cada
palabra,
en
la asonancia de estrofas y
rimas
que
no son creadas y poco a
poco
se olvidan,
el
rey está desnudo en
alma
y sin dicha.
Los
libros se apilan en pocas
lecturas
cautivas,
encerradas
en paginas tal cual
celdas
vacías,
y
entre desiertos húmedos de
lluvias
malditas
en
su soledad él solo respira,
entre
una reina y otras tantas
que
lo aspiran
el
rey espera para que el
destino
no decida.
Ruben
Mangiagli
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