Qué bien se siente uno al darse por vencido. Dejar pasar los días y las noches y no ver ni oír, ni sentir el andar del mundo. Vivir en mi mundo, donde solo valen las reglas que yo impongo. No tratar de perseguir innumerables objetivos sino sólo tener uno, seguirlo firme y consecuentemente y darme cuenta que al final nadie me ha vencido, ni siquiera vos.
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Qué bien!
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