Dame tus labios
de cuando eras señorita
esos
que se posaban sobre el cristal
de la ventana del bar donde me esperabas,
dame el aliento que lo empañaba,
y pon en fila también los suspiros de la
primera tarde hicimos el amor
sobre tu cama,
dame tu boca,
esta de mujer y señora
dame los latidos de tu corazón,
esos que laten bajo el vestido te estas probando,
porque sino envidiaré a estos espejos
que te pueden ver desde los mil reflejos de tu
imagen
que todavía alteran toda mi razón
y mi hombría te reconoce y no creo amor mío
sea este el lugar indicado
ni la ocasión.
O sí ?
Ruben Mangiagli
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Mil espejos.
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