Sangría.


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Hay manchas de sangre en mi pecho,
pero desaparecen cuando
despierto,

yo no las veo, solo las presiento y
es algo no me sorprende
ni me da miedo.

Dicen que tengo manchas de carmín
en mi cuello, en la camisa
en mi cuerpo,

pero no es cierto.

Son los rastros del estigma de los
besos que todavía debo
y no tengo,

cicatrices de amores que no curan,
no olvidan ni se describen con
sangrías en los versos,

son la vida misma que amanece
de la noche de mi propia
muerte

y ni yo lo entiendo porque ya no
la quiero, pero es algo que es
como un veneno,

mancha mi piel y penetra hasta
cada uno de mis huesos
iluminando

fosforescencias de palabras cuando
quiero tanto a alguien
y no puedo.

Ruben Mangiagli


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