La besé.
Y estaba...
en casa.
¿Cómo decirle ahora que solo su sonrisa me basta para volver a
recomponer los minúsculos añicos en los que se ha roto mi vida?
¿Cómo explicarle a una mujer, que subastaría el resto de mis días al peor postor tan solo por saber lo que es dormir entre sus brazos?
Perdimos el tiempo,
perdimos la vida y fuimos como kamikazes sin retorno
en su único vuelo,
hubiéramos podido tenerlo todo y
nos empeñamos en no tener nada,
fuimos ese viento divino
que nunca sopló,
como poniente y levante,
como la flor de un bonsai que no nace,
creímos que eramos eternos,
pero nunca hubo paraíso,
jamás tocamos el cielo.
y los besos se quedaron sin dueños,
sin nombres
y
ni un solo recuerdo.
Ruben Mangiagli
Necesito golpearme el pecho hoy,
con un soplo de viento o una viga de acero,
escuchar si en mi interior hay ecos
en este vacío continuo y persistente que siento,
aunque mi corazón esté roto y
no haya solución,
partir al medio la coraza de tu olvido y
sentir que sigo vivo,
aunque sea por un rato, por vos, por mi o por lo
que fuimos
para que tu sonrisa se desate
de la mueca de la mía,
y que mis manos ya no te escriban
ni toquen tu recuerdo,
para poder cerrar los ojos aunque ya no despierte
ni te sueñe cuando respiro.
Ruben Mangiagli
©2017
Doce flores en un balcón
y ninguna habla de amor,
tres con pétalos de dolor,
nueve sin un rayo de sol,
pero escondida en
un rincón
hay otra que espera algo,
puede que sea que
que el viento traiga otra
vez tu nombre,
como si supiera que mis
manos
ya no lo pueden escribir
en un poema de amor.
Ruben Mangiagli
©2017
Siempre he pensado que hay una serie de personas con las que vamos encontrándonos vida tras vida. Y si miramos atentamente, sabremos reconocerlas. Son esas con las que nos sentimos extrañamente cómodos, con las que podemos ser nosotros mismos en todo nuestro esplendor, a pesar de lo que esto puede significar. Son esas personas a las que no querríamos perder por nada del mundo y con las que, a pesar de que la vida nos lleve por diferentes caminos, siempre nos une un hilo imperceptible e inquebrantable. La leyenda del hilo rojo.
Espero volver a encontrarte en otra vida Victoria.
Escribo por si uno de los cientos de fantasmas del pasado que vagan ahí, alrededor de mi vida, que son como espectros extraviados, esperando teclear la combinación exacta de letras y en una poesía resucite uno por un instante, esperando que seas vos.
Y así, sin darme casi cuenta cuando subí a ese avión hace tantos años, las veredas y los tilos, los recuerdos, los amigos, la lluvia, la humedad y la vida que había sido mía se contrajo, Buenos Aires desapareció dentro de mí mismo en busca de un refugio y yo le dejé mi última sombra, la ciudad siguió igual y nadie vio lo que había ocurrido.
Puede que el café y la melancolía , el humo del cigarro, este calor sofocante que parece ser eterno, pero hay algo más, subyacente, que limita entre lo asfixiante del aire y lo cansado de mi corazón, aunque no es exactamente eso. Tardé un buen rato en comprender de dónde provenía este olor: es el pasado. Pensamientos e ilusiones, esperanzas y heridas, una mezcla que fermenta lentamente en el aire viciado, incapaz de disiparse por completo.
Hoy me duele tu recuerdo, pero no sé exactamente que parte de él es.