Diluirme en el infinito
para ser un fragmento de tiempo,
la palabra nueva
en un diccionario de antónimos
porque ya no quiero
ir contra nadie, ni ser diferente,
sentir que la vida pasa
y ya no corre por delirios de una
búsqueda desesperada
de un sola respuesta me calme.
Que las valijas
estén vacías y los pasillos del
miedo tengan
las luces encendidas escalonas
entre recuerdos
que ya no lastiman ni importan
y que un gato me
haga compañia para que yo sin
saberlo crea
que lo acompaño entre la una y
las dos de la madrugada
hasta que un libro ya leído una
y cien veces
que habla de vos sin nombrarte
se caiga de
mis manos mientras me quedo
dormido con un café
frío y el último cigarro prendido.
Ruben Mangiagli.
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Diez minutos antes de mi muerte.
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