Y mis ojos la recorrieron de
arriba a abajo
de vuelta y de costado
como si mi memoria no
pudiera reconocerla,
fue cuando el
placer se instaló en la
urgencia de mi cuerpo y
mis manos sintieron versos
más allá de los recuerdos
de todos los pueblos,
y el arte
fue poema y la poesía mujer,
que escondía entre sus piernas
el secreto de mi entrega y
los simientes de mi Fe,
fui Dios y penitente en cada
una de las veinticinco
razones de su amor,
que una a una se fueron
haciendo
mías y mi libertad cumplió la
profecía tantas veces
no escrita.
Y fui de ella, y ella fue mía.
Ruben Mangiagli
© 2013
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Veinticinco.
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