La actriz.


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Ella actuaba, lo daba
todo sobre las tablas, en el teatro
se sentía viva,
que le importaba a
muchos aunque era una desafortunada.
Pero cuando todo
terminaba y volvía a casa, estaba él, ese
hombre que la engañaba,
una y otra vez,
como si ella no existiera, la hacia sentir
era menos que nada,
ese que olía a perfume
de extrañas y a pesar de ello se acostaba
con ella en la cama.
Aunque todavía lo amaba
le daba repugnancia, ya ni siquiera eran
celos de despechada,
vomitaba escondida como
si pudiera con eso exorcizar su propio
drama.
Pero ese día diría a su manera basta.
A la noche sobre el
escenario, en el acto más esperado, ese
donde el amor
a pesar de todo y de todos
triunfaba aunque sea en la ficción de esa
historia inventada,
besó a su compañero de obra
como jamas lo había besado, lo arrinconó
entre las paredes
del escenario,
recorrió su boca, su lengua,
sintió la respiración
agitada del
hombre que sin que ella lo sepa tanto la
había deseado.
El le levantó la falda y con
las manos acaricio su sexo húmedo con
total descaro,
entre gemidos ambos tuvieron
un terrible orgasmo,
el publico de pie aplaudió entre
sorprendidos y excitados.
Esa noche tuvo su mejor crítica, la
nombraron en todos
los diarios
había dejado de ser actriz secundaría y
a partir de ese día
ya no era una mujer de reparto,
al llegar a su casa con
una sonrisa hizo una maleta y corrió
a los brazos
de ese actor, el hombre
que la esperaba en un taxi, un amor
nuevo
para escapar a oscuras a ningún lado.

Ruben Mangiagli.


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