La abracé de memoria,
como si ya nos hubiésemos acariciado
en otro mundo antes de nacer,
como si volviese encajar mis brazos en
mi cuerpo de nuevo,
Mis manos, turbaron su cadera,
y su costado, su cintura para ser exactos
provocó el rubor en su rostro,
Se reflejaba en mí, me reflejaba en ella
como dos espejos.
Pero los espejos no saben verse entre
ellos,
y se rompieron,
Pero al menos un instante fuimos imagines,
miradas, tacto,
y jamás, contra todo pronostico,
pudimos olvidarnos
porque tambien eramos de carne y huesos,
con corazones y miedos,
y ahí es justo
donde queda guardada
la memoria de los sentimientos,
el deseo y el futuro
en un solo reverso.
Ruben Mangiagli.
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Reflejos,
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