Tarde de verano.


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Sentado frente a un piano verde
de imaginarios la música
brota sin saber
porqué,

mis manos tocan al revés y las
notas saltan de atrás hacía
un lugar que nunca
fue,

mientras,

miles de peces en el suelo que
nadie puede ver bailan
un vals

como si fuera la primera vez
que sienten tienen
pies,

me dejo llevar...

y no puedo creer que vos tengas
el pelo color cometa
de fuego y letras,

y que en tus cabellos nazcan las
estrellas que caen fugaces
de esperas,

pido un deseo...

y en un lapso de tiempo breve
pero eterno mis sentimientos
se pierden

en tus ojos de cielo llenos de
estaciones sin mí
pero en mí.

Miro por la ventana, la que
está al lado del sofá,
por si llegas,

por cierto

caminamos tanto en sentidos
opuesto alejándonos,
pero la tierra

es redonda y siempre volvemos
de donde partimos a donde
queremos estar.

Apago el cigarro...mejor un café,

porque al final sueño tanto en
delirios de poemas de
letras y papel

que siento que cada día y sin
más, me desvanezco un poco
sino te vuelvo

a encontrar en un abrazo de
besos que supere los sueños
y la realidad

de esta tarde solitaria de verano
que parece no terminar
jamás.

Ruben Mangiagli





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