Luz y sombra de un amor de
 un rato,
de un instante de pocos horas,
 deseo de piel
 ganas de matar la soledad
 y olvidar.
 
 Una copa, un cigarro a medio
 quemar
 y los besos dijeron lo que el
 alma no sabe callar,
 para que los cuerpos se 
 puedan revolcar.
 
 El rojo de tu labios resaltaban
 en la media oscuridad
 y mi sexo que acumulaba las
 urgencias supo acertar
 a la primera y en el
 oráculo del amor casual
 hicimos centro y en pleno
 otoño desatamos
 el carnaval.
 
 Tus manos me recorrieron tanto
 con ese estilo sutil y ese
 tacto para tocar que las mías
 se adormecieron de tanto
 placer en una fabula 
 imposible de olvidar,
 
 y entre palabras en ingles y
 respuestas en francés me
 diplomé en el amor en un
 sillón de uno que hicimos
 para dos,
 
 una promesa que sabia no
 iba a cumplir, una llamada
 que no ibas a responder,
 tantas mentiras para 
 gozar que nos dijimos 
 sabiendo
 que jamas nos volveríamos
 a ver, pero dando las
 gracias por una tarde 
 de París
 donde volvimos sentir lo que
 era el placer.
 
 
 Ruben Mangiagli.
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Tarde de París
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