La historia de Flora y Gatomate. XXVIII


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Seducción

La noche se adueña de la calles, de la azoteas; noche de gatos solitarios que giran como veletas mientra Gato me mira, me hace un guiño y fuma su puro. Es seductor en su andar recio y la luna promete quedarse, no tiene apuro. No hay maullidos ni ronroneos en nuestro diálogo de ojos dilatados y exultantes que se mantienen en un hilo de deseos que se comparten, arden y reparten, y entonces soy Flora, la que lo adora y lo mira absorta e hipnotizada por la estrellas reflejadas en su mirada de humo. Y lo sigo, sumisa, hasta que nos encuentre la mañana, cansados, atravesando otra cornisa. 



V.D.




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