Digamos que no había un menú definido, pero si era una cena especial donde todo estaba permitido, además era la última del año y el postre seguramente el primero del nuevo que estaba llegando.
Sirvieron la mesa como es debido, con educación sumada al estilo. No es que fueran de alta cuna tan solo bien enseñados.
Se pusieron sus mejores atuendos, ella un vestido largo con escote que provocaba cosas indefinidas según era el ritmo de su respiración, él saco y corbata, como no podían elegir la estación de su universo, dejaron en el perchero los abrigos, no vaya a ser que el invierno los sorprendiera en pleno verano o un viento de otoño refrescara la primaveras de antaño.
El primer plato fue clásico, un poco de ensalada a gusto de cada uno, pero el segundo y principal fue variado.
Primero se comieron lo malo del año, la envidia, los desengaños desencadenos, esos fueron sus primeros bocados que a modo de juego le pusieron nombres, este trozo son tus hermanas dijo él, ya nos la quiero de cuñadas, ella no reprochó nada, tragó sin excusas mirando a su amado, luego agregó ella , este otro que es muy abundante son tus amigas que no me gustan, las que detesto tanto, entonces tuvieron un duelo de miradas, pero ya estaba acordado, así que fueron parte del menú malo.
Ya mas tranquilos, relajados repitieron plato, pero lleno de porciones buenas, así fueron pasando el rato, compartiendo el tenedor de cada uno en la boca del otro, aquí va un poco de sueños y otro de proyectos mezclados con besos de un día soleado, luego comieron otras cosas, parte de cada pasado, el tiempo que no estuvieron juntos, los momentos peleados, un ángel que se acercó a la mesa también terminó devorado, no querían invitados, ni intrusos, ni curiosos de paso.
A las doce brindaron, enamorados.
Y el postre se sirvió ya en el nuevo año, fueron ellos mismos, sobre la mesa hicieron el amor, libres de cargas, llenos de caricias que nunca se habían prometido, que nunca se habían dado.
Ruben Mangiagli.
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La cena.
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