Archive for octubre 2020

Párrafos.


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Recostándote en mis brazos
sobre
el sofá pienso que la vida no
es un
párrafo y la muerte no es ningún paréntesis
y
escribir no es para siempre
pero siempre es ahora,
un suspiro
breve que no tiene nombre, o sí, el tuyo.

Ruben Mangiagli.


Por si acaso.


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A veces marcamos un punto en el cielo,
por las dudas,
por si a caso,
por si alguien...

( foto cielo de Valencia, 17 de enero 13,15 hs )


Ayer, hoy.


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Toda mi vida me he considerado no normal, excepcional, a la vez maravilloso y monstruoso, lo cual no es inquietante cuando eres adolescente pero sí lo es a mi edad.

Luna.


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Luna llena,
Luna bella,
decorada de sueños y hojas
de algodón.
Luna blanca,
Luna sin Sol,
tan sola, como ella que la mira
y como yo que no.

Ruben Mangiagli


Mañana, lunes.


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Está semana que pasó tuve sensaciones un poco extrañas, casi como certezas, y una muy firme; que me iba a morir.
No soy de contar estos pensamientos, porque aunque soy extrovertido, no cuento publicamente estás ocurrencias.
Algunas cosas de salud, cansancio y problemas puede sean las causas me llevaron a creer eso. Es más una noche al acostarme, pensé, hasta aquí llegué, ya está, no me voy a despertar
Y fue ahí me puse pensar en las cosas me quedarían pendientes por hacer, desde las pequeñas a los sueños. Las cosas no dije, las que no escribí, las verdades a medias, los orgullos que construí y que no tenían razón de ser, los viajes, las promesas, y en lo que todavía mis hijos necesitan de mí.
Y me di cuenta que como siempre creí, no le tengo miedo a la muerte, sino a lo que no iba terminar, Pero desperté por la mañana, y no estuvo mal.
A veces, asomarnos al ablsmo de nuestras vidas sirve, Nos centra y nos damos cuenta que el tiempo se va, pero lo importante es lo que podemos hacer con el que nos queda, y usarlo bien, porque en definitiva cuanto menos cosas dejemos por hacer más fácil será la eternidad si es que existe y sino no importa, cuando llegue el día irnos en paz.
Mañana es lunes, un ibuprofeno, una cerveza y a continuar.


El deseo.


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El deseo no es lo que queremos, el deseo es un impulso, una simple atracción, una añoranza. Hay un universo infinito de cosas que deseamos; para muchos de nosotros: nuestra persona, el mundo, la gente, o la vida no son siempre "como desearíamos"; sin embargo, el querer algo tiene que ver con elegir entre lo que la persona, el mundo, la gente o la vida "es"... Para transformarse, para cambiar algo y mejorarlo, para amar algo o a alguien, hay que empezar por aceptarlo y asumirlo por lo que es. Por eso la importancia del "Conócete a ti mismo" porque es el único punto de partida de cualquier sueño verdadero y de que “locos” de mente clara y motivación propia, logren tantos imposibles. 

De. trenes.


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Mi vida parece ser un tren que se aleja llevándose lo que es mío, y yo mirando como se aleja impotente, incapaz de tenerlo, de detenerlo, de cambiarle el rumbo.
Es mentira que el tren vuelve a pasar, es algo que decimos para seguir adelante, pero no.
Los trenes no vuelven.


Plaza Roberto Arlt. ( Poema )


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Las plazas no tienen puertas
no sabes si la salida
es justo el lugar
por donde acabas de entrar,

son la democracia que llaman
a la igualdad,
los bancos son iguales
aunque los sepas diferenciar.

Pero el sol parte a la gente
justo por la mitad,
un lugar de sombra
y la otra para veranear unos

minutos que a veces sirven
para almorzar
y otras muchas horas para
poder pensar.

Las flores sí suelen cambiar
son a veces testigos
de un amor nuevo y otras las
juezas para terminar,

Todos te miran, pero nadie en
verdad te ve,
aunque sucede, una y
solo una vez,

que dos mirada se cruzan en
un para siempre o en un
nunca jamás,
como los cuentos que narran

las novelas baratas del kiosko
de la esquina entre
goles del domingo y revistas
del más allá.

Yo recuerdo la besé ahí por
besarla y apretar,
sin saber una cosa que no
aprendería

hasta muchos años después
cuando sentados en un
bar frente al cartel
decía Roberto Arlt

que las plazas, ninguna en
general tienen puertas
ni para salir ni
para entrar,

y son como el amor y un beso
al despertar,
vos decidís si querés quedarte
o te vas.

Y ni siquiera lo tuvimos que
pensar,

nos quedamos un rato, una
tarde, un café y una vida,
todas las estaciones y
un poco más.

Ruben Mangiagli.


Nosotros.


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Nos cruzamos constantemente.
Nos topamos,
nos tropezamos.

Nos chocamos. Colisionamos.
Nos esquivamos,
nos evitamos.

Nos atascamos. Atajamos.

Coincidimos con frecuencia.
Nos registramos,
nos reconocemos.

Nos interpretamos. Charlamos.
Nos desviamos,
nos perdemos.

Nos hallamos. Atinamos.

Nos buscamos a menudo.
Nos acechamos,
nos espiamos.

Nos merodeamos. Erramos.
Nos confundimos,
nos sospechamos.

Nos aventuramos. Arriesgamos.
Nos fundimos,
nos encendemos.

Nos penetramos. Jadeamos.

Y ascendemos. Y descendemos.
Y llegamos.
Nos encumbramos.

Pero nunca,
nunca, nunca nos encontramos.

Pasamos.


Ruben Mangiagli

Sin tiempo.


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Sólo nos queda esta noche y lo sé.
Lo sabemos.
Con el primer rayo del alba colándose por la ventana te irás para siempre; desaparecerás; te perderé.
Lo sé. Lo sabemos.

Esta amarga medianoche de tintos escasos y humos espesos, somos melancólicos condenados, en espera del inclemente verdugo que es el sol.
No tengo tiempo que perder, pero me atrevo a gastar un segundo en imaginar si será posible juntar todo el amor del mundo, toda la pasión de los tiempos, todos los besos de la imaginación; comprimirlos en un segundo intenso y explosivo y dártelo las pocas miles de veces que podría en los pocos miles de segundos que me quedan hasta que te mueras de amor, o te mueras de pasión, o te mueras de besos o, mejor aún: te mueras de mí.
Rápidamente vuelvo a la realidad ; me doy cuenta de que no es posible y, como no tengo tiempo que perder, te beso. Tus labios perfectos, como dibujados por Cortázar, me saben a fruta madura y al tic-tac del reloj impaciente y, sobre todo, me saben al recelo del tiempo más sincero, temeroso y frustrado que puedo imaginar. Sin embargo, como siempre, tus labios me saben a fresa.
Temeroso, miro de nuevo el reloj; con la garganta hecha un nudo y colgando de la misma mano que pronto voy a usar para acariciar tu cabello, miro de nuevo el reloj. Sólo ha pasado un minuto, pero es un minuto que me suena a que me arrancan los huesos.

Ingenuo, aventurado y con tonta esperanza, me atrevo a pedirle en mi mente al reloj que se detenga un instante. Que me regale un segundo, que nos fíe un momento.
Al abrir los ojos, entiendo que el reloj no me ha escuchado y nos ha clavado en el alma otro par de pares de segundos.
Como no tengo tiempo que perder, paso mi mano entre tu cabello áureo; deslizo mis dedos entre tu cabello y acaricio tu cuello.
Te mato como puedo con la mirada, te revivo como quiero con caricias y me suicido como jamás habría imaginado con un abrazo surreal, largo, cálido y que me sabe a ansiedad y al rítmico pasar de los segundos pero, sobre todo, me sabe al frío y asustado sudor de poeta resignado que ha visto un futuro donde se queda mudo. Sin embargo, como siempre, tu abrazo me sabe a azúcar.

Exaltado y como viendo sin ver, le dedico una mirada al reloj y se me vuelven de vidrio todos los músculos del cuerpo. Han pasado ya diez minutos y el infeliz e inexorable segundero no parece dispuesto a retrasar su carrera.
Acaba de salir el Sol, y ya no estás.


Eficaz.


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Es ella la que me mata mi memoria,
ni siquiera mira,
tampoco apunta,
ella dispara de forma eficaz, certera,
entonces mi cuerpo
deja escapar la viscosa sustancia de
la que están hechos
mis recuerdos.
Pero no muero y sigo respirando su
olvido.

Ruben Mangiagli


Encuesta.


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Hoy por la tarde una Sra. muy amable, me paró en la calle y me preguntó si podía responderle a una encuesta, le anticipo que es sobres hábitos sexuales y experiencias, es totalmente anónima y es para una investigación de la Universidad de Valencia me dijo.
Le dije que sí, sino era extensa, y me respondió que eran unas 20 preguntas.
Se marcaban casillas por respuesta, con opciones Si, No, No contesta.
Después de responder con una casi mayoría de Si por mi parte, mira la encuesta y me dice;
-¿ Puedo hacerle una última pregunta ?-,
- Sí claro - le respondí-
y me dijo;
- ¿ Debería yo darle mi teléfono ? -

Fue tan espontanea, que me reí con ganas.

La vida te regala momentos, y está vez no estuvo mal.

De a par.


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De a par..

La miré,

le cayeron dos lágrimas,
porque vienen por parejas,
adiós y soledad,

me quiso y ya no,
dos manos sueltas y
nada más,

ambos sabíamos que nos
quedarían mil caminos
por andar,

pero ninguno lo iba a
caminar.

seriamos los restos del
naufragio
de otro amor,

recuerdos de recuerdos
no sucederían jamás,

otro nombre que
intentaríamos no volver
a pronunciar,

es de esto de donde
los poetas han
aprendido las rimas,

para

recordarnos que es
mucho más difícil
decir que dejamos de
amar,

a querer engañar a la
felicidad.

Ruben Mangiagli.