No se puede explicar un sentimiento, cuando todas
las sensaciones convergen en él.
Así como no se puede elegir una gota preferida en
una lluvia de verano.
Muero infinitamente en tu amor, para resucitar de
nuevo como fuego.
Muto mis deseos al verte, desde el abrazo y el beso
suave, a la urgencia de poseerte.
E inexplicablemente encuentro mi paz en la total
vorágine de sensaciones que
tu cuerpo provoca al recorrer mis manos tu piel
con sabor a miel.
La misma miel de tus ojos, la misma dulzura de
boca, de tu cuerpo, de tu sexo.
Y como animal en celo, reclamo mi derecho de
cuidarte y amarte,
a cambio de eso, te entrego todo de mí, mis besos
mi arte, y todos los versos.
Ruben Mangiagli.
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Sabado de enero.
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