Veintinueve.


.

Sentí desmoronarse las paredes,
como cada ladrillo se me hacia piel y
los caminos que se cruzaban
no se podían desandar
ni avanzar.

También me pareció que la mitad
de la noche era temprano
para mi y tarde para saber
que es lo quería hacer
o adonde ir.

Que toda el agua del mar era poca
para poderme ahogar,
y que la luna jamás dejaría de
menguar en mis ojos
al pasar,

y que mi peor castigo era vivir en
la ironía de un infierno
que de tan frio ni me pudiera
congelar para detener
mi palpitar.

Pero buscando sin buscar, esperando
sin esperar, apareciste y todo
que era ya no fue más,
una mirada, una palabra
y tus manos

que al tocar la mías volvieron a
respirar, y uno a uno los verbos
se volvieron a desencadenar
conjugándose para que
pueda volver a soñar.


Ruben Mangiagli.

© 2013





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