Voy cayendo por el agujero, esto es como en el cuento, pero todo cambia y no es la madriguera del conejo, no hay fondo ni costados, a veces solo espejos donde no me veo, vuelan hojas de mis escritos que no se ordenan en el tiempo, pero por extraño que parezca los que hablan de soledad se quedan arriba y yo los leo pero de atrás hacia adelante para buscar respuestas a preguntas no recuerdo.
Ya no me sirven el té con un te quiero, ni hay scons dulces de juegos, solo que a veces los locos parecen entenderme y como millones de cartas de poker aplastan mis sueños.
La reina deseó mi cabeza y la tuvo de todas las maneras que quiso, de todas las formas que existieron, hasta que la guillotina de papel en forma certera corto cada una de las letras, y no puedo escapar de este laberinto que me aterra.
No hay que leer historias que te quedan, no las olvidas y te haces parte de ellas, y ya no sé quien soy, si un personaje que se dibuja en capítulos que no terminan, mudo de palabras completo de gritos en silencio.
Estoy cansado, no duermo.
Nada queda del super héroe de mi alter ego, y mis siete vidas de gato se fueron corriendo.
No estoy en ningún país de las maravillas, así que no entres en mi vida, porque lo que había de realidad se escapó con ella, una mujer de la que recuerdo su nombre todos los días y que ni siquiera se llamaba Alicia.
Estoy tan cansado, tal vez solo sea eso.
Ruben Mangiagli
© 2014
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El laberinto sin Alicia.
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