El corría, nunca le enseñaron a andar se fue y
no regresó tras luces pálidas al
otro lado del mar.
Ella huía de espejismos y horas de su soledad
no se podía ir, no se podía quedar.
no se podía ir, no se podía quedar.
otros se se van igual que Alicia corriendo detrás
de un conejo del nunca jamás.
El valor para marcharse, el miedo a llegar y un
tiempo que los encontró donde
no había ningún lugar,
tiempo que los encontró donde
no había ningún lugar,
pero se quisieron igual, como pudieron entre las
nubes y la no realidad,
nubes y la no realidad,
un amor que fue mucho más allá de los relojes,
los mapas, las estaciones entre
la luna y la estrella polar.
los mapas, las estaciones entre
la luna y la estrella polar.
y se quedaron justo en las fronteras del siempre,
nunca, quizás y el jamás,
nunca, quizás y el jamás,
y se extrañan tanto que a veces no pueden ni
siquiera respirar,
siquiera respirar,
recordando miradas que casi podían tocar y un
poema que terminó antes de
empezar.
poema que terminó antes de
empezar.
Ruben Mangiagli.
©
2014