Todos tenemos una estrella
a un millón de años de casa
donde escapar,
un lugar al que jamás
ninguna otra persona podrá
llegar,
un refugio inexpugnable
que queda entre la mitad
de nuestros sueños
y la tan temida realidad,
donde hacernos parte de
nuestra propia soledad y los
silencios que
ahogan los gritos sean
más fuertes que las palabras
a pronunciar.
Un rincón donde perdernos
sin necesidad de tener que
llegar a ningún lugar,
donde quedarnos
y si es necesario morir para
poder resucitar
y volver a ser como un niño
que empieza a correr
cuando el viento se lleva su
cometa de papel,
hasta casi tocar el cielo en
el intento de creer
que lo se quiere nunca se
va perder.
Ruben Mangiagli
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Estrellas de papel.
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