Creemos que podemos medir el amor, sentir alguna vez vivimos un gran amor que deja pequeño a todos los demás, pero quizá esa no sea la forma de medirlo, creo que una vez en la vida alguien nos hace sentir un amor profundo, ni más grande ni más chico, que te cala en forma intensa y se instala en el cuerpo, penetra hasta los huesos y ocupa la mayor parte de la memoria, es como una transferencia que hacemos hacia nuevos recuerdos más importante para nosotros de ese amor, de pronto, todo lo recuerdas, todo se hace memoria y sentimientos hasta que al final, por no poder ocupar más espacio, se hace parte del alma y de ahí surge eso de querer a alguien para siempre. Los huesos no olvidan, es un arraigo, sucede como con las anillas de los troncos de los arboles, pase lo que pase, florecen cada año, no importa si el año fue frío, lluvioso o si casi se secan, dentro las anillas siguen creciendo estación tras estación. Si tenemos suerte ese amor se consuma y permanece, sino sentimos que por él nos duelen hasta los huesos.
Un amor así es sabia y médula, historia y presente.
Sí, estoy seguro ahora, los huesos tienen memorias.
Ruben Mangiagli
©2016
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La memoria de los huesos.
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