Yo te deseo la locura, el valor, los anhelos, la impaciencia.
Te deseo la fortuna de los amores y el delirio de la soledad.
Te deseo el buen gusto por las visiones de los cometas, los cuentos de gatos, los poemas de girasoles, y por los hombres que se crucen en tu camino.
Te deseo que tu inteligencia y tu ingenio lleguen al infinito.
Te deseo una mirada curiosa, unas manos con memoria, una boca que sonría y maldiga con precisión divina, unas piernas que no envejezcan, un llanto que te devuelva la entereza.
Te deseo el sentido del tiempo que tienen las estrellas, el temple de los que esperan, la duda de los templos que escuchan las oraciones de los que todo han perdido.
Te deseo la fe de los buenos augurios en la voz de tus muertos, en la recurrencia de los sueños, en los libros que no hemos escrito, en las miradas de tus hijos, en los horóscopos, incluido el chino.
Te deseo la paz de las mujeres que olvidan su destino, que la buscan en la fuerza de los recuerdos y en el futuro como la promesa donde cabe todo lo que aún no te ha sucedido.
Y mi último deseo, es casi un pedido, por favor, que no olvides que he pasado por tu vida, de cuanto te he querido.
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Lo que no te dije después que nos despedimos.
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