Los momentos se apilaron en los rincones,
llenos de polvos cubiertos de dolores,
quedaron quietos suspendidos en peldaños
que no llevan hacia arriba ni hacia abajo.
Como papeles que serán pasto de fuego,
prestos a ser quemados a borrar cada
uno de los recuerdos, para que la ceniza
leve, se la lleve el viento a un lugar lejos.
Y ahí, cuando ya nada quede, podre decir
frente a mi mismo, ya no te quiero, y los
espejos me devolverán mi imagen, y mis
manos dejaran de vivir sin sentimientos.
Era necesario que pasara todo esto, para
que ya no existas, para dejar de ahogarte
en cada noche de invierno en una copa de
licor, de sabor amargo, con gusto a viejo.
No quiero que me pidas nada, bien sabes
que perdiste ese derecho, pero yo aun
tengo letras para hacerlo, prefiero ser lo
que he sido, y no ser ya parte del infierno.
Ruben Mangiagli.