Hagamos un juego de palabras
que vos y yo podamos descifrar,
sentados en un bar o en la intimidad.
Que sea el preludio a lo lúdico
corporal donde las manos aprendan
a hablar sin expresar.
Un trabalenguas divertido, donde
los labios sean el pórtico
de la entrada por donde empezar y
las lenguas se traben en besos que
no se puedan separar.
Y entre actos que no podamos
contar nos encontremos
en la mitad de un amor pasajero
que dura una eternidad y
subamos las escaleras del te quiero
hasta el cielo tocar.
Éxtasis de dos que son uno, uno
que es para los dos,
y que no sepamos quien es quien
en el extraño juego de
nuestro amor y
volvamos a empezar entre jadeos
que buscan la verdad
de un amor que es todo sexo y de
un sexo que sabe amar.
Ruben Mangiagli.
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Lúdico.
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