Me muevo exactamente en la
mitad de mis lados,
justo en el limite de lo negro y blanco,
en lo tenue del placer y el dolor,
juego a ser un dios
que no respeta ninguna religión.
Una frontera que solo conozco yo,
que dibuja mi interior entre
mis costillas y mi corazón.
Claroscuro que domina mi razón,
donde la memoria se
destiñe en recuerdos que no son.
Anagrama de la palabra amor,
que de tanto escribirla
su significado extravió.
No necesito justificación
para sentir y crear desde
la médula de la alegría y la herida
que jamás se curó, que
dejó surcos indivisibles en mi
espalda de tiza y carbón.
Tantas bocas he besado y en
ninguna estabas vos y
la burla de la espera se disfrazaba
en otros cuerpos que calmaban
mis ansias desconocidas
en labios que no tenían sabor.
Y en el mitad de mi oscuridad un
día apareciste, tan blanca de
luna con mirada de sol,
y mis letras se escaparon en las
palabras que te esperaban
apiladas en un rincón,
y todo lo que era ya no soy y me
voy reinventando
para intentar ser mejor.
Ruben Mangiagli.
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Mitad.
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