Crecen las espinas más que
la propia flor,
se hacen tallos tan profundos
que no sentimos
el dolor,
pero están.
Misteriosamente generan una
a una diferentes
raíces que se arraigan en la
piel y llegan al
corazón
sin piedad.
Lastiman como sino se
pudiera llevar
a cabo una crucifixión sin
su corona de muerte
sin perdón,
y no se olvidan.
Nos laceran el cuerpo en
formas de memorias,
de recuerdos, de vivencias
que no fueron
ni serán
nunca jamas.
Nadie las ve, crecen para
adentro y a veces,
solo a veces cuando lloramos
algunas nos caen en
la mano
y vuelven a entrar.
Te juro que daría todos mis
frutos y más
para que abandonen tu
cuerpo y así
quedármelas,
pero no puedo,
extraño destino el mio de
ser hombre árbol
donde te puedes sentar a
llorar y solo
te puedo mirar.
Ruben Mangiagli.
© 2013
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Espinas.
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