No es malo.


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Es bueno no tenerla
reconocerlo sin reconocerla,
que el recuerdo no sea
un puñal de vidrios rotos y
filosos que se hace añicos
en el olvido de los besos
que no se dieron.

No es malo perder su
voz callada de tos y alientos
sin ecos de sonidos
de premoniciones y
silencios que
arruinaban cada uno
de mi intentos.

No sentir los gritos
contenidos de los llantos que
cansados vencían
sus sueños,
ese dolor perpetuo,
fijo,
añejo,
que envenenaba
los cuerpos.

Por eso mi cobardía
de no tenerla y la crueldad
de dejarla ir
sin que mis manos
hablen en letras
del amor que se fue
y ya nada queda,

que lo extraño sea
no saber que hacer con ella
mientras mi café
se repite en una
frecuencia
donde la
memoria se evade
en el humo de un
cigarro que no
sabe de esperas.



Ruben Mangiagli



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