No
puedo hablar de las medidas de ella,
se
escapan a mi consciencia y
mi
endeble sabiduría,
puede
que sirva que diga que sus piernas
miden
veintisiete besos de día y
por
las noches son infinitas,
que
sus senos quepan justos en el juego
de
mi tacto y son médanos
sin
la arena de los años,
sus
manos, sus dedos se extienden en las
caricias
que mi cuerpo y mi
soledad
necesitan,
que
su cintura se aprende, memoriza y se
desea
por movimientos y no
por
tallas de faldas,
porque
la alegría se perpetua cuando se
entrega
sin reparos y es
solo
mía.
Quizá
todo se resuma que es mi armonía,
la
mujer que quiero, mi
imagen
preferida.
Ruben
Mangiagli.
© 2014