Miro a mi alrededor, y veo mi reloj, estoy perdido dentro de él, me subo a su agujas y solo voy, sin saber a donde ni porque. No es confusión, yo tengo claro quien soy. Ni vértigo porque prefiero la lentitud de la aguja que marca las horas a la de los segundos.
Supongo que soy clásico, poco contemporáneo pues nada digital me gusta, no quiero ser un numero que se repite día a día en un instante preciso, no necesito ser las cinco y tres con 41 segundos cada día, eso no va conmigo, las agujas, aunque también pueden parecer repetitivas no lo son, porque cada día se gastan en su mecanismo, algo parecido a lo que me pasa a mi, y necesitan del movimiento para funcionar o que le den cuerda.
A esta altura no puedo precisar que mecanismo actúa sobre mi, porque me muevo en forma constante, camino, corro, y hasta cuando duermo me muevo, pero ahora como en este exacto momento necesito cuerda para escribir, sino nada me sale.
Es tirano el tiempo, no te da la opción de casi nada, en un rato todo lo que era presente es pasado y el futuro se hace presente en cada acto.
No soy amigo del tiempo, todo eso que cura las cosas es mentira, que produce olvido también, es sinónimo de esperas, adverbio de las cosas que no fueron hechas.
Pero es necesario.
Nunca pierdo el tiempo, por eso me rijo por las agujas, que giran acordes a mis pensamientos. El tiempo es relativo, es una unidad que se mezcla con la distancia y con las estrellas, es ambiguo porque si es distancia es también tiempo, y el tiempo es necesario para consumir las distancias. Un paso un segundo, un paso un metro y en el medio de todo esto inevitablemente te espero sin saber si me acerco o te estoy perdiendo.
Ruben Mangiagli.
© 2013
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De agujas y tiempo.
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