He abrazado la angustia
con una fortaleza que era imposible
mi dolor fuera liberado,
las esquinas se habían
fugado y todos los caminos de tierra
se hicieron de barro,
sufrí, sufrí tanto.
Me hice amigo de la
noche, de los desamparados que no
tenían recuerdos,
porque todos los demás
los habían olvidado y eran nadie en
un mundo desolado
solo, solo me había quedado.
Los buitres invisibles
remontaban vuelo, asqueados de mi
carne con olor a espanto,
y en el duelo de mi
propia muerte en un instante sentí la
vida en mis manos,
escribí ,escribí fuegos fatuos.
Mis letras que eran
como un abecedario en otra lengua
se ordenaron,
y volvió el arte sin
cuestionarios, en tus ojos, en los huesos
de mis brazos,
queriendo, queriendo tanto.
Mi espíritu regresó
impregnado de tu aura y resucito en
parte mi alma
y de nuevo mi poesía
instaló un amor sin esperarlo que habla
de ti, de mi, de dos se buscaron,
sueño, sueño deseando,
momentos construidos
con besos acumulados y ese abrazo que
sostenga el tiempo sin espacios
y los cuerpos impacientes
se extravíen en huecos innecesarios de
nuestros dedos entrelazados.
Ruben Mangiagli
con una fortaleza que era imposible
mi dolor fuera liberado,
las esquinas se habían
fugado y todos los caminos de tierra
se hicieron de barro,
sufrí, sufrí tanto.
Me hice amigo de la
noche, de los desamparados que no
tenían recuerdos,
porque todos los demás
los habían olvidado y eran nadie en
un mundo desolado
solo, solo me había quedado.
Los buitres invisibles
remontaban vuelo, asqueados de mi
carne con olor a espanto,
y en el duelo de mi
propia muerte en un instante sentí la
vida en mis manos,
escribí ,escribí fuegos fatuos.
Mis letras que eran
como un abecedario en otra lengua
se ordenaron,
y volvió el arte sin
cuestionarios, en tus ojos, en los huesos
de mis brazos,
queriendo, queriendo tanto.
Mi espíritu regresó
impregnado de tu aura y resucito en
parte mi alma
y de nuevo mi poesía
instaló un amor sin esperarlo que habla
de ti, de mi, de dos se buscaron,
sueño, sueño deseando,
momentos construidos
con besos acumulados y ese abrazo que
sostenga el tiempo sin espacios
y los cuerpos impacientes
se extravíen en huecos innecesarios de
nuestros dedos entrelazados.
Ruben Mangiagli
© 2013