Ella podía volar entre palabras,
cuando estaba conmigo
no escribía escondida,
flotaba entre humo de cafeteras
y luego se bebía un té,
era cortez, nada sumisa.
En su cocina había girasoles y
gatos que se
acurrucaban por el espanto de
sus cuentos macabros,
ya no escribe, ya no sueña, no
va a ningún lado
porque ya no espera,
ahora es solo una mujer que a
veces se le parece
a ella.
Ruben Mangiagli
©2017