Sintieron lo que siempre habían temido, se llenaron de humo de una mañana que no conocían. No tuvieron que reconocer ni palabras, ni autorias, no hubo juicios ni condenas. Los olores de las tostadas se disiparon agrios, insurrectos, anónimos, dejaron de ser reconocibles, antes
había pasado con el café que había perdido el aroma y algunos meses en un pasado que casi ya no recordaban con el vino que desapareció de todo ritual, el tiempo había vencido sin desfiles ni alegrías. Ambos supieron que sucedería ese día, la ultima coincidencia de los dos, ya no quedaban ideas, ni helado de chocolate en la nevera, todo sucedió de la manera correcta, era como si el vacío en bloques de nada ocupara cada rincón de la casa.
Así que eso era la muerte del amor?
Las miradas que se habían buscado una eternidad se esquivaron y la cobardía reclamo su lugar por primera vez, ninguno dijo adiós, ninguno ya volvió a esperar.
Ruben Mangiagli
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Ese día.
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