Pero si.


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Es verdad que extraño las veredas
de mi barrio,
el olor en otoño de los almendros,
las farolas intermitentes
que iluminan
como fabricas de sombras,

también el aroma del rio algunas
mañanas cuando me
aprieta la nostalgia,

las esquinas que cuentan historias
y las archivan en los besos que
se roban.

Pero si me lo pides me quedo.

Las cortadas empedradas donde se
pueden dibujar escaleras
para llegar al cielo
en las rayuelas,

los amigos que siempre están aun
en mi partida sin regreso
que cuando beben
un café siempre
me esperan.

Pero si me eliges me quedo.

Aunque casi hablemos diferentes
lenguas, y las calles lleven
nombres de reyes y reinas,
de batallas y políticos
que no me
interesan,

por más me abrume el ruido de
“vuestras” fiestas,
odie los toros y que hasta a
veces me sienta un
extranjero sin rincones ni
tierra.

Pero si te elijo me quedo.

Porque el hogar de un hombre es
donde está la mujer que ama,
para cuidarla,
quererla,
sin importar
el mundo
lo rodea, las ciudades
o los mapas.



Ruben Mangiagli.




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