yo.


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Nací a la edad de siete años, justo cuando terminé de leer mi primer libro, “ La isla del Tesoro” con ilustraciones que me ayudaron a imaginar lo que nunca había visto, tal como lo sigo haciendo hoy. Aun recuerdo mis manos deslizándome por sus hojas y ese afán de llegar al final rápido pero sin terminarlo, es decir demorar la tres últimas páginas para no sentir que algo se puede acabar. En ese momento aprendí que para alejarme de la melancolía que sí había nacido con mis ojos lo mejor era correr a perderme en un libro y rodearme de personajes. Luego mi vida se fue adaptando hasta ser contemporáneo de todos.

Resulta difícil decir algo de mi, salvo que aun estoy en la mitad de ese niño que leyó un montón libros y el hombre que quiere escribir varios.

No hace mucho regalé libros leídos y mil veces releídos, me deshice de ropa vieja y archivé amigos oportunistas, decidí que ya era tiempo de aligerar mi equipaje, de que no sirve guardar viejos amores, ni fotografías de personas probablemente nunca más vea. La vida es como un aeropuerto, tiene mil destinos, pero si quieres llevarte todo y no te das cuenta terminas pagando exceso de equipaje y volar te ha costado mucho más caro y llegas con los bolsillos vacíos

Intento vivir mis días en la realidad pero no olvido mis utopías, sumo instantes y personas a mi vida y sigo confiando en ellas, algunas son tan gratas sorpresas que compensan lo absurdo del mundo en una sola charla, son como un mandala tibetano de arenas concretas pero a veces el tiempo termina por llevárselas, eso de las decisiones del destino y el libre albedrío de cada uno.

Me defino como un cáos elegante de libros desparramados en una habitación esperando alguien llegue a ordenarlos, un poco propenso a la melancolía, similar a la de los músicos callejeros que tocan para ellos mismos sin audiencia, defiendo los abrazos como única herramienta de un cambio social tanto como Bedenetti la alegría como una trinchera. Escuchador casi profesional, amante del buen gusto, un bohemio de mis propias noches de escritura, café y tabaco, con algo de locura acumulada, y
un caballero que después no lo es tanto.

En resumen un mentiroso de mi mismo y un honesto con los demás, tanto que esto he contado queda a vuestro criterio si me conocen decidir si es verdad lo que han leído o tan solo es otro cuento.



Ruben Mangiagli.
© 2014




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