Perversión.


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Profanar los cuerpos por amor,
que los limites no encuentren su razón,

que los recorridos lleguen a cada rincón
y los sabores sean el pináculo de la sensación.

Sin pedir permisos para la invasión,
victoria y rendición , que la bandera blanca

sea de sabanas de algodón que
contengan las siluetas de los cuerpos de los dos.

Entonces todo el mundo girara
dentro de la habitación, formando un paraíso

donde el pecado se justifique
porque aunque invoques en cada movimiento

a Dios, nunca aparecerá para
darnos su bendición, ni credos, ni perdón.

Por delante, por detrás demostraremos
que en el amor no existe la gravedad, levitaremos

para caer aun más, pervertidos
de carne volveremos a empezar con el ritual

que nos hace animales
salvajes sin alma que persiguen la inmortalidad

y olvidaremos todas las manos que
nos tocaron dando las gracias por la amabilidad.




Ruben Mangiagli.

© 2012


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