Exhalación de aire como suspiro, espiración
de brisa después del ahogo, que puede ser
de un hombre o de un niño, que rebota en
mi pecho, simbolismo de seguir estando vivo.
Sentimientos como aves en la noche, que no
reflejan la luna, que están migrando rumbos,
volando a deshoras, para abreviar el camino,
sin saber donde llegar, sin destino conocido.
Locura que adopta formas fascinantes, que
atraen mas locuras formidables, dolorosas y
sangrantes, que escriben prosas de otros y
para nosotros, alternando errores de ego.
Sinrazón de lejanía, donde tu vida me busca,
donde no entiendo mis días si no se nada de
ti, orgullos de banderas descoloridas, tierras
ficticias de fronteras difusas e indivisas.
Nexos de negación continua, que son el más
claro reclamo de cercanías necesarias, voces
acalladas, para no morir de nuevo en el final
de nuestras risas que reemplazan palabras.
Frases sin sentido, perdidas, escribimos y
componemos melodías de himnos mudos,
pero los sonidos son estruendos en las almas,
que se buscan, se añoran y se extrañan.
Si al menos algunos de los dos podría pedir
auxilio, evitar la matanza, recordar lo que es
la poesía de flores blancas, el otro por seguro
respondería, y no existirían más distancias.
Ojala la inteligencia de nuestra raza se haga
presente, aunque sea en unas rafagas, para
asi de una vez por todas, podamos decirnos
te quiero, te extraño, con las manos desatadas.
Ruben Mangiagli.
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Con las manos desatadas.
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