Los tiempos de verbos se conjugan en nosotros
queriendo encontrar un tiempo que marque lo eterno,
jugando en lo indivisible, en lo perpetuo de nuestra
absoluta no elección, donde la única libertad que se
nos permite es querernos.
Te amé desde el comienzo, desde tu primer verso,
estando en amores de otra, esperando, sin saber que,
y me partió tu historia sin simulacros y los relojes
se pararon en el primer beso, en la vereda de una
mañana de invierno, que fue un abrazo donde las
manos fueron lazos.
Seguí amándote en el último beso que no fue dado,
como presagio de un final anunciado, cubiertos de
deudas, desconcertados, donde todas las respuestas
que buscábamos fueron preguntas que inmovilizaron,
y el reloj siguió funcionando.
Continué sintiendo, amando, perdido en todos los
caminos, curando tu cirugía sin anestesias, aguantando
el dolor, disimulando con una venda la sangre, que era
de color negro morado, de las venas de mi alma, que
se obstruían coagulando letras que no te nombraban
y que no te olvidaron.
Me seguiste amando en otros brazos, te seguí queriendo
siempre a mi lado, amontonando rencores, afilando las
espadas para cortarnos en pedazos, y así fue, mutilaste
mi corazón y te lo quedaste, y herí de muerte todos tus
poemas, y el arte lloró tus manos.
Es tiempo de otros verbos, de re-encontrarnos, de sentir
el poder re-enamorarnos, de re-conciliarnos con el sol y
la luna, re-construir al amor quebrado, al final forzados
y evidentes derrotados, sucumbimos al te amo, y no es
un mal comienzo, siempre lo esperamos.
Ruben Mangiagli
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Poema en Re mayor.
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