Los inviernos pasan , año tras año y no borran
los recuerdos macabros, quedan ahí, estáticos.
No sé porque me toco a mí en suerte estar en
ese lugar, que destino me depositó a mi pesar.
Estuve ahí por mi patria o por mi bandera, no,
hoy sé que no, pero creí en ello, quizá porque
el orgullo de mi padre era importante en mi y
la idea de lo correcto en esos tiempos era así.
Cuanto frío en mi cuerpo, el miedo que era el
compañero susurraba silencios de vientos fríos,
helados que calaban mis huesos, las manos y
la mirada perdida empuñaban ese vil momento.
Disparé, disparamos, una , dos, treinta veces,
el ruido partía los oídos, acallaba pensamientos
solo vi caer su cuerpo en mi mira, peleaba por
mi vida, que no seria igual después de aquello.
Fue otro invierno que caminé por Londres y
terminé frente a ese monumento, tres habían
caído ese día, George, Frederick y Peter, uno
se llevó consigo mi bala en su pobre cuerpo.
Pedí perdón , busqué desesperado el consuelo,
dejé una flor, murmuré un ruego, lloré todo
lo que había en mi alma, pero nada cambió ,
los malos sueños son esos malditos recuerdos.
Ruben Mangiagli
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Tardia expiación
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