Inocencia.


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De pequeño creía que podía ver duendes y hadas,
que si caminaba entre las plantas allí habitaban,
que las mariposas batían sus alas al ritmo que
ellas marcaban, entre nubes que tenían formas
de las cosas que yo amaba y que todo era eterno,
infinito y cierto.

Creía que la orfandad no existía, que mi mundo
de maravillas todo lo podía, que la amistad era
lo mas importante, que la armonía entre el tu y
el todos era universal, y que los juegos eran el
mejor invento de la humanidad, pero crecí y al
final ya nada era igual.

El bosque de las montañas pasó a ser una jungla
de cemento y metal, los senderos de tierra y
verde pasto se convirtieron en asfaltos que el
agua no deja pasar, el cielo empezó a tener las
nubes de tempestad, me olvide de como jugar,
de conjugar el verbo amar.

Y un día con mis hijos de pronto todo volvía
atrás, las fantasías que tanto quería las tuve
que reinventar, para que el mundo real que hay
en verdad se les demore en llegar, les enseñe a
jugar, caminar en vez de andar, y ellos a mi
de nuevo los verbos a conjugar.

Pero el tiempo pasa, como pasa el viento y
lluvia se seca en un cristal, y los seres mágicos
que me solían habitar de nuevo se escaparon
a no se que lugar, y olvide de como jugar, de
que los sueños se pueden hacer realidad, y me
quede solo, cubierto con mi soledad.

Ruben Mangiagli



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