Café amargo.


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Tengo la duda si la
acidez del humor que llevo conmigo
nace en mi mismo corazón,

si oculta las sonrisas que
eran mías y te llevaste sin más,
sin ninguna necesidad,

si mis muecas son risas
que ya nadie
puede escuchar,

si mi café sin azúcar es un síntoma
asintomático de
ninguna enfermedad.

Dicen que los latidos se pueden contar,
uno, dos, tres,
pero me pregunto si se podrán
contar para atrás,
mil, tres, dos, hasta
volver a sentir el
último de los míos que latió
por vos,

en cualquier espacio, en algún lugar y

si esta certeza de quererte
algunos días
y todos también

se terminará en algún verso compuesto
de besos
que me hagan olvidar

que te llevaste todo de mí
incluso mi otra mitad,

esa

donde mis letras desoyen mi estúpida
voluntad
de no volver a escribirte
nunca más

Ruben Mangiagli.



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