Un día cualquiera.


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Y entonces,
así, sin más,
un día cualquiera,
sin anunciaciones ni estridencias
mi corazón se rompió.

Se me desencajaron los gestos,
mis ojos se oscurecieron,
aún más marrones,
sin colores reflejaran sentimientos,

me abandonó la compostura,
y mis manos ya casi no escribieron,

las ventanas de mi casa, todas,
dejaron entrar los inviernos,

me había dado cuenta que ya
no la quiero,
pero la sigo queriendo,

justo en el medio de esa fisura
de carne sin huesos,

un poco hacia el lado izquierdo
de mi pecho,

en el lugar donde mi corazón
se partió al medio

todo me dice que ya no la quiero
pero la sigo amando...
y eso, eso no tiene consuelo,

Ruben Mangiagli.



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