Tristeza.


.

Bajé mi tristeza por tu cuerpo
pero extrañamente
subía y descendía en el
medio de tu pecho,

mis manos hicieron círculos en
tus médanos
y respondieron
haciendo castillos erguidos
calientes como
el hielo.

Los sentimientos fueron cada
uno cambiando
hasta el punto de unir
cada extremo de

los deseos pactaban mis dedos.

Mis labios amargos de tantos
dolores apilados
aprendieron tu sabor
intenso,

sal de océanos y la aspereza
de la arena aprendida
con el tiempo,

y mi melancolía hizo centro
en el punto
exacto de tu medio

y comprendí que mi tristeza
se alejaba de mi
muerte para contagiarme el
éxtasis que
dividía tu espalda

uniendo las caricias quietas
y mudas que
creaban nuestras almas.




Ruben Mangiagli.

© 2014




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