Una mujer.


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Ya no tengo las urgencias de hace años,
todo cambia, yo cambio

y quiero a mi lado una mujer
que sea la
primera y la ultima letra
de mi abecedario,

que tenga tatuada el alma de esperanza
y en el cuerpo cicatrices
ciegas o marcadas.

Que las lineas de su rostro
sean varias,

en los parpados por haber
sentido y llorado,

en la comisura de los labios se crucen
las huellas del tiempo en

una sonrisa repetida mil
veces
y solo una con nombre
que sea

reconocida como una marca tenue, fina
y firme del día nos
encontramos.

Que sus manos recuerden lo
que tocaron

sin remordimientos ni
engaños,

que tenga caricias acumuladas mezcladas
con noches de licor,
sexo y tabaco

y la taza con su nombre y el
mío para el
café de la mañana de charlas
hasta el ocaso.

Innegociable,

que me quiera como yo la quiero, sin
importar el por qué,
la causa,

y que la distancia más lejana
solo sea

la que separa los sueños
de los dedos,

para restar los días que no nos veíamos
y andábamos perdidos en
el mismo camino

y que sepa sin decírselo que
ser feliz no es una
quimera ni una poesía,
solo

las miradas al despertar sabiendo está
cada uno en el lugar
quiere estar,

sin memorias que lastimen
sin futuros para planear

porque lo hecho, hecho está y el
mañana igual llegará.



Ruben Mangiagli
©2014




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