El mendigo.


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Hoy bien temprano yendo caminando a mi trabajo justo en la esquina estaba un mendigo durmiendo entre cartones en el portal de un banco, a su lado una lata vacía que seguro usará para pedir limosna. Yo suelo tomarme un café enfrente y no pude dejar de mirarlo. Las personas pasaban apuradas a su lado, no lo veían, era como un decorado inesperado, molesto, que nadie se atrevía a cambiarlo.
Y pensé que el hombre quizá ya no se pueda salvar de su destino, hablo del hombre como genero humano, de todos nosotros. Nos movilizamos o simulamos hacerlo por otras cosas, por ballenas, bosques, perros sin dueños, a veces por enfermos o inválidos, pero ignoramos el abandono de un hombre tirado en la calle, su historia, por qué llegó a eso.
Nunca vi un grupo en Facebook de salvemos al mendigo del barrio, si fotos de todo tipo haciendo creer que somos más humanos por postear algo socialmente aceptado.
Y no digo que lo demás no sea importante, puede que si, pero no tanto como dejar abandonada a un persona que ya está fuera de nuestro mundo, no podemos salvar a un perro sin antes salvar a un ser humano, es un orden lógico, un hilo conducente para lo demás.
No, no hay grupos de salvemos a los mendigos, preferimos dejarlo abandonado y lavar de vez en cuando nuestra consciencia dejandole una moneda, evitando tocarlo.
En el bar algunos leían el diario, otros reían mirando sus teléfonos, y en
realidad todos estamos fuera del mundo real si ignoramos a un persona tirada en la calle.
Crucé la acera, le dejé cinco euros, y no me sentí mejor, al contrario su imagen me quedo grabada, a las dos horas pasé por el mismo lugar y ya no estaba, y sentí que yo también lo había abandonado.



Ruben Mangiagli




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