Ella.


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Ella tomó el destino en sus manos, con tanta determinación que el mío desapareció en sus ojos de verde tierra y me quedé quieto, mis costillas se apretaron cuando respiraba sus palabras y mis manos que todo lo habían escrito olvidaron los abecedarios de otros cuerpos y la A fue la Z, Alfa fue Omega, y por fin mis lineas terminaron, y tuve la certeza de haber llegado a casa. 


Ruben Mangiagli





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