Que me quieras.


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No quiero ser dueño de tu amor,
ni de tu cuerpo ni de tu pasión.
Tampoco memorizar tu tacto ni
tu olor, no es tan solo una simple
negación o un acto de desesperación para
protegerme del dolor.

Quizá creas que mi día es mejor
si me dices que me amas cuando
mis manos recorren tu espalda y
el deseo se me hace carne de tu carne y mi
razón se extravía en la locura de
este incondicional amor,

pero no.

Puede que tus palabras sean mi
debilidad en una charla de café
durante una mañana de sol y que mirarte
para adivinar tus labios provoque
en mi esa especie de admiración
que mueve mi interior,

sabes que me encanta verte
cuando vas y que mis partes crecen en los
pasos que acompañan tu compás,
de aquí para allá y creas que es
el motivo que escondo para así
ignorar mi vulnerabilidad,

pero no.

He vivido bastante ya, estado en todas
partes y en ninguna jamas y
a lo largo del camino otros
cuerpos he sabido acariciar
hasta que lo sentidos de mi
hombría se pudieran calmar.

He sido dueño de todo lo que
puedas pensar, así que lo único
que espero de ti es que me
digas “tequiero”, sin separar
y que me quieras como nadie lo
hizo en esta vida y en el profundo más allá.


Ruben Mangiagli







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