Esa mañana.


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Se encontraron en el mismo café, era como un ritual, las miradas repetidas, cada uno sabía lo que el otro pedía, él un café con leche y dos medialunas, ella quizá por su ascendencia que se notaba en sus pecas un té con leche y dos tostadas.
Y lógico fingir que se ignoraban.
Nunca quedó muy claro los por qué, si se debía al otoño que jugaba con los destinos, si era una carga de atracción tan fuerte que se no se mezclaba o si en realidad no era nada, no se justificaba.
Lo cierto es que algo cambió esa mañana.
Había otro mozo, uno nuevo, que no conocía sus gustos, así que cuando cada uno pidió lo suyo tuvieron un motivo para mirarse, y ademas el mozo les dio charla a los dos, cosas triviales, y ahí a la vista se sumó el sentido del oído, se escucharon.
En un momento, el impecable señor de ropa blanca, en forma inesperada la miró a ella mientras servia en la otra mesa el café con leche y le dijo, no piensa ud lo mismo señorita?, ella desconcertada dijo , si claro, y él hombre dijo no, yo no estoy de acuerdo, la poesía no pasó de moda, aun hay hombres y mujeres que creen en el amor, en su manifestación necesaria en algún preciso instante, Cecilia, así se llamaba ella, se quedó mirándolo como asombrada, jamas después de tantas mañanas hubiera imaginado un comentario así de Daniel, el señor del café con leche, y le respondió que si , que coincidía en eso. El mozo, desconcertado ante el cambio tan radical de opinión de ella, se alejó sonriendo y pensando en lo volátil de las ideas de las mujeres, en como pueden cambiar en segundos.
Ellos dos se quedaron en su mundo de literatura, se olvidaron de ir a trabajar, de la hora de la comida, solo hablaron, se miraron, se conocieron y confirmaron que estaban enamorados desde la primera vez que se vieron.
Quedaron para desayunar la mañana siguiente.
Al llegar al otro día, el mozo de siempre se acercó, un poco confundido la verdad, a la mesa que ahora ocupaban Cecilia y Daniel, con el café con leche , el té con leche, las dos medialunas y las tostadas.
Casi al mismo tiempo los dos juntos le preguntaron por el señor los había atendido en día anterior, el mozo los miro como si fueran locos, y les dijo ayer estuve yo, y la verdad me extrañó no verlos por acá.
Un silencio los rodeo, pero tampoco hubo preguntas ni respuestas, el amor tenia formas increíbles para acercar a las personas.
Nunca más se ignoraron, nunca más se separaron.


Ruben Mangiagli.

© 2014




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