La caída de los supuestos.


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Se suponía que nuestras palabras no fueran las palabras que nos escribimos, sino unas palabras indiferentes, inocentes, comunes y ya no sé qué más, porque hace mil años que superamos tales supuestos de tantas habíamos escrito antes de conocernos.
Se suponía que tu voz fuese como la de la mayoría de las mujeres y no tan tremendamente cálida, por no decir obscenamente ardiente y que, ya que se había dado el caso, se suponía que yo respondiera con una sonrisa a medias cuando me contabas de tu vida y que tenía que usar de vez en cuando el totalmente impropio “nada” si te contaba de las novedades de la mía y no tomarte desprevenida por una pregunta absolutamente fuera de lugar y que vos encontrarías la respuesta más inapropiada en una dama.
Después de eso otra serie completa de supuestos se desvaneció y entonces estuviste sola frente a mi más desnuda que nunca, más desnuda que aquella noche cuando estuvimos desnudos por fin en imágenes en lugares que no tenían nada de especial excepto por nosotros y nuestra desnudez.
Completados los supuestos donde descubrimos lo que no sustanciábamos de nosotros, esta intimidad que supera la imaginación que teníamos de niños, se supone que ante el mundo solo seremos una pareja más que se quiere como otras, pero no, cada una de las suposiciones abre otra puerta donde las preguntas superan a las respuestas de un amor que creamos para dejar de suponer que de una vez por todas seremos felices y serlo.



Ruben Mangiagli

© 2014




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