La persistencia de los almanaques.


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Solemos juntar fechas en los calendarios, cumpleaños, aniversarios, que repetimos año a año, con diferente intensidad, navidades, años nuevos, somos así, necesitamos marcar los almanaques, para recordar, saludar, ser felicitados o festejar.
Pero también tenemos fechas intimas que no revelamos, que guardamos sin saber bien por qué o para quien. A veces tan grabadas que escapan a la voluntad del olvido, a los meses, estaciones y perduran en los años.
Recordamos fechas y sus momentos, extrañamente los malos y tristes con mayor frecuencia, es como si al hacerlo intentáramos exorcizarlos sin éxito una y otra vez o para no olvidar lecciones y cuidarnos, en cambio los buenos, esos que sumados dan el resultado de la felicidad son más como añoranzas de tiempos buenos, algo difuso de cuando eramos felices.
Atados a las fechas vivimos la vida, somos castigados si olvidamos alguna, y estamos pendientes por si acaso.
Pero a veces me pregunto sobre días que fueron importantes y no podemos fijar, el por qué los dejamos escapar, no recuerdo la fecha de la primera sonrisa de mis hijos o el día un beso me cortó el aliento y comencé a sentir nuevas cosas.
La solidez de los meses y sus fechas marcadas a veces pesan, es una constante que nos va contando en cuadraditos en un papel partes de nuestras vidas, cuando nacimos o nos vamos de vacaciones, el vencimiento de un pago, el momento se termina un año y pretendemos cambiar las cosas.
Por suerte a veces tenemos la negación que nos permite olvidar cuando perdimos a alguien, aunque es verdad que la perdida abarca no solo un rectángulo en un calendario pero si hay un día que marca el final y evitamos recordarlo.
Ojala llenemos la memoria de los almanaques propios con los momentos felices de cada uno hasta que tener que superponerlos, entonces en ese momento podremos decir que vivir es una experiencia inolvidable.
Yo tengo fechas preferidas, por ejemplo la más importante es el 29 de Junio, pero es intima y no voy a revelar el por qué, solo que en esa fecha se justificó todo mi largo camino al comprobar que si se puede encontrar lo que siempre se creyó era imposible exista, ese día por una vez en mi vida sentí había llegado a casa y fui feliz.


Ruben Mangiagli
©2014


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