Mi dolor.


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He visto el dolor en todas sus caras,

y sus ojos me miraron fijamente, en

las palabras agotadas de mi padre,

que deseaba morir, en la agonía que

de la miseria de la enfermedad sin

memoria, y la vida es una carga.



Lo sentí cuando en toda la distancia

me dijeron que mi madre no estaba,

que no escucharía jamás sus palabras

que siempre me encontraban en mi

necesidad oculta de no crecer para

poder llorar sin tenerlo que ocultar.



Lo experimenté en el desamor de

ser quien ama y no ser amado, en la

pregunta sin respuesta que si me

amaban tanto yo no podía sentir en

mi corazón lo mismo, asimetria que

dañaba y la verdad que desarmaba.



En la perdida de un amigo, en la

incapacidad de dar consuelo porque

también yo estaba vació, tan vació

que lo oscuro era lo más claro, que

en la noche encontraba misericordia

en la fe, sin Dios y sin abrazos.



Sin embargo soy feliz, porque aun

amo, a mis hijos, a la cantidad de

amigos y a los verdaderos que cuento

con los dedos de una mano, quiero

a lo que tengo y peleo por lo que aun

no tengo, amanece de nuevo, y



ahí esta la mujer de mis deseos, la

dueña de mis letras, la portadora de

mis sueños, la que mitiga el dolor

e instala la sonrisa en mi rostro, y

que sabe en silencio que el dolor y

lo malo de mi vida se aplaca en sus



ojos, y en este verso casi incompleto.


Ruben Mangiagli.








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